24 jun 2011

En el sexto mes

 
En las plazas ya sólo quedan las palomas más sucias y enfermas. La ciudad arde. Las personas nos calcinamos ante la atenta mirada de los saltamontes urbanos.
Este calor propio de radiador no me deja concentrarme. Y esto no ha hecho más que empezar, es Junio y aún quedan tres febriles meses a los que hacerles frente. Estoy más triste que un domingo lluvioso de otoño sin tener a qué abrazarme en el sofá.

Ignacio basaba su estado de ánimo, planificaba su vida, y cambiaba de gustos y aficiones entorno al tiempo climático. Nunca sabía qué iba a comer, ni cómo vestirse, ni qué música escuchar en el día, hasta que no se despertaba y se asomaba al balcón. Por ello siempre llegaba tarde, por ello siempre salía más tarde y ya no sólo porque el tiempo hubiese cambiado, sino porque iba con retraso en general; su día a día era un caos.
Llegaba con la lengua fuera a hacer la compra al salir del trabajo, sus amistades se cansaban de esperarle en los bares, y cuando Ignacio llegaba a todo el mundo le faltaban muy pocos minutos para marcharse.
Cuando llegaba a casa aún tenía muchas tareas pendientes.

Cómo nunca le daba tiempo a hacer la cama antes de irse a trabajar, las sábanas acumulaban residuos de la noche anterior, la cocina apilaba platos limpios y sucios, latas de cerveza en la encimera, la basura rebosaba, la colada se ensuciaba una vez limpia dentro de la lavadora, y en la nevera los alimentos alcanzaban su fecha de caducidad.

Ignacio se planteó en su día contratar a una empleada del hogar, hizo varias entrevistas a varias chicas, pero cómo nunca le daba tiempo a ir a hacer una copia de sus llaves, nunca pudo contratar a ninguna.
Así que metódicamente los fines de semana se daba el atracón y dejaba todo medio decente hasta el fin de semana siguiente.

A Ignacio vivir en un micro-clima compartido con sus propias bacterias no le incomodaba tanto como el ruido.
No soportaba cualquier mínimo ruido a cualquier hora.

Hacía cosa de dos días en el piso de al lado no cesaban los golpes a la pared, arrastrada de muebles, sonidos del teléfono y del timbre.
Ignacio era paciente y siempre daba a los problemas un margen de tiempo para que se arreglasen solos. Si no era así, ya tomaba él cartas en el asunto.
Pensó que ya iba por el tercer día con sobresaltos por causa del ruido, y llamó a la puerta del piso vecino.

-¿Sí?
-Ho…ola, soy el vecino del B
Inmediatamente se abrió la puerta
-Hola, Soy Lucía, ¿Qué tal cuéntame?
-No…nada, llevo varios días oyendo ruidos y me preguntaba si pasaba algo.
Ignacio que iba decidido a discutir con el vecino, cambió automáticamente la versión cuando descubrió a la nueva vecina.
-Ay ¡Qué bien tener vecinos tan preocupados! Supongo que habré hecho ruido con la mudanza, lo he querido hacer todo muy rápido y quizás he sido un poco bruta colocando todo, lo siento mucho.
-Nada, no importa, bueno mucha suerte con la mudanza; si necesitas algo estoy en el piso de al lado.
-Muchas gracias, es un placer conocer a mí nuevo vecino, ¿eres?
.Ah, me llamo Ignacio perdona
-Encantada Ignacio, yo soy Lucía
-Sí lo sé
-¿Lo…sabes?
-Sí, lo has dicho antes
-Ah! Ajajá, perdona. Bueno…
-Bueno…pues nada Lucía
-Mañana inauguro mí humilde morada
-No importa (interrumpió Ignacio) es viernes y no me molestara el ruido
-Noo…emm…lo decía por si te apetece pasarte, aunque va a ser una fiesta muy light, un poco de picoteo y poco más, la fiesta la seguiremos fuera.
-Jajajaja, si es light me apunto!
-Bueno, pues sobre las 9 pásate, si quieres venir con alguien no hay problema.
-No, creo que iré sólo
-Perfecto, nos vemos mañana
-Muy bien, hasta mañana


Lucía cerró la puerta sin casi dejar a Ignacio cerrar terminar. No sabía por qué, ella no era así, era una persona muy liberal, sin pudores ni nervios por hablar con un desconocido, pero esta vez se había puesto nerviosa.
Repasó una y otra vez la conversación mantenida,
Esto sí me ha gustado…he estado un poco repetitiva…no tenía que haberle invitado a la fiesta, él no parecía interesado en la fiesta, sólo en el ruido…me he representado…¿Por qué le he dado explicaciones de cómo iba a ser la fiesta?

Ignacio en cambio llegó a su diogena-casa y se puso a limpiar y ordenar todo. Por primera vez en un incalculable tiempo, se preparó a consciencia la ropa de trabajo del día siguiente; fuese a ser que se encontrase con ella en el descansillo.

Ambos durmieron bien, los dos apoderados por el cansancio de trabajar dentro de casa.
Lucía pensaba en Ignacio y se le dibujaba una sonrisa, Ignacio hacía lo mismo.

Creo que esta vez fue la primera vez que durmieron juntos.

Llegó la noche de la inauguración de la humilde morada como Lucía había definido.
Ignacio llegó de los últimos, pero esta vez no fue por las prisas sino porque pese a los años en soledad, él aún se acordaba de cómo gusta hacerte esperar.

Lucía estaba radiante, su sociabilidad se hizo notoria, en un piso de menos de 50 metros cuadrados, en el que no iba a haber alcohol, había conseguido congregar a más de sesenta personas y cada una de su padre y de su madre.
Pese a que no paraba de atender a todos, revisar que todo estuviese en su sitio, y no me refiero sólo al mobiliario; no se rendía mirando a la puerta. A cada timbrazo nuevo, una nueva ilusión, a veces optaba por abrir ella triunfalmente de una forma bien ensayada y otras veces se hacía la despreocupada y mandaba a quien fuese por favor, abriese la puerta.
A medida que iban pasando los minutos iba imaginando las mil y una maneras de conversar con Ignacio.
Lucía no se reconocía, no entendía por qué en su fiesta, rodeada de buenos amigos, le preocupaba tanto que el vecino, al cual le podía ver sin dar más de tres pasos; aún no hubiese llegado.
O quizás sí se reconocía, pero en la imagen de su semejanza que se le venía a la memoria todavía no peinaba canas.
 
Ignacio no tocó el timbre, no le hizo falta tocar ningún timbre ya que la puerta estaba abierta.
A Lucía le sorprendió gratamente que él no tocase el timbre, esto le hacía especial, diferente. No era como los demás. Tampoco sabía cómo era él, pero tenía claro que no era igual que el resto.

Hablaron y charlaron hasta que todos se fueron.

-La gente es muy tonta-. Sentenció mirando a su alrededor Ignacio
-¿Por qué dices eso? -. Lucía ni siquiera apreció un menosprecio por parte de Ignacio respecto a su gente, simplemente preguntó
-Porque nadie se ha dado cuenta de que los reyes de la fiesta somos tu y yo, y deberían retirarse.
Lucía sonrió, no se equivocó en la intención a la que se refería Ignacio llamando tontos a los demás.
Ignacio esa sonrisa la interpretó como cómplice, y se la devolvió. Entonces fue cuando su compinche procedió comunicar que la fiesta había terminado y hacía una noche de Junio perfecta ahí fuera.
Terminó su discurso recomendando un par de garitos que ella frecuentaba, y por supuesto si decías que eras amigo de Lucía Molina, entrabas y salías sin meterte la mano en el bolsillo.
La gente no preguntó más, y se marcharon cual estampida.

-Es lo bueno de hacer una fiesta light. La gente al principio se adapta pero pasadas las dos vuelven a sus orígenes-. Dijo Lucía.
-¿Lucía Molina? Qué interesante, tienes nombre de artista-
-Jajajaja, vaya, gracias…no se si puedo decir lo mismo de “Ignacio”
-Ignacio Hernández para ser más exactos. Creo que en todas las oficias de España hay un Ignacio Hernández…
-Sí, ¡¡en el departamento de informática!!
Rieron los dos durante un largo rato. Ambos sabían que no tenía tanta gracia como para estar más de 7 minutos riendo sin parar, pero la coca cola se les había subido a la cabeza, además, eran los reyes de la fiesta, se lo podían permitir.

Siguieron conversando, se hicieron preguntas estándar típicas de pista de baile, luego hablaron de profundidades, de la vida, filosofaron, citaron autores, frases míticas del cine, títulos de canciones de viejas glorias del rock…a medida que iban hablando se iban dando cuenta de lo mucho que tenían en común; no sólo en gustos sino en el volumen de la voz, la entonación, la jerga, el humor.

-¿Cuál es tu libro favorito? Esta pregunta es muy importante para que pueda seguir hablando contigo sin juzgarte mal-. Dijo Ignacio
-¿Ah sí? ¿Tienes ya un listado de libros malditos? ¿Sólo hablas con chicas que leen? ¿Y si a mí no me gusta leer?
-No sé por qué estoy seguro de que no es el caso…
-Fray Perico y su Borrico, no leo desde que tenía diez años-. Dijo sonriendo orgullosa Lucía lo cual no le apasionó a Ignacio.
-Vaya, entonces eres más imprevisible de lo que aparentas.
-¿Y ahora? ¿Me juzgas mal además de parecerte imprevisible?
-La imprevisilidad para mí es más bien una virtud, y no, no te juzgo mal, Fray Perico es un clásico de la talla de Frankenstein-. Dijo irónicamente Ignacio, Lucía esbozó una vergonzosa sonrisa.
-A ti en cambio, si te gusta leer, a ver, recomiéndame un libro
-Jajaja, si no te gusta leer, no creo que mis recomendaciones sirvan de mucho…
-Es una manera de hacerte la misma pregunta ¿Cuál es tu libro preferido?
-Pues hay varios, me pasa con todo, música, cine…no sé decantarme por ninguno en especial…quizás “El Gran Gatsby” entra dentro del ranking…
-Así que eres un romántico-. Se delató a sabiendas Lucía.
-Así que eres una educada mentirosa
-¿Educada por qué?
-Por haberme invitado a la fiesta de inauguración de tu humilde morada.
-¿Recuerdas que lo describí así? Tienes buena memoria
-Fue ayer
-Ya. Pues no soy educada, o sí, no lo sé; pero no es el caso. Yo más mejor diría una interesada mentirosa…
-Supongo que conviene llevarse bien con los vecinos, sí
-No te invité para llevarme bien con los vecinos particularmente, de hecho en este momento me gustaría acabar con esto-. Se declaró Lucía señalando a la pared
-¿Con qué? ¿Con el tabique?
-Sí, chico listo
-Estas loca…mentirosa, interesada…loca…montando fiestas light, arrastrando muebles a las mil de la madrugada…Creo que te voy a ayudar a tirar ese tabique pero con sólo una condición
-¿Cuál?
-Asómate conmigo al balcón todas las mañanas

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